Torcer el cuello, mirar a los ojos
#1
Hola,
Os pongo a continuación un artículo que he leido hace poco, que aunque va dirigido a médicos trata un poco el tema de "mirar a los ojos al paciente". Es de un médico de familia amigo mío.
Dr. Julio Bonis
Médico de Familia
www.keyose.com - sus datos de salud en tiempo real en cualquier parte.
Torcer el cuello, mirar a los ojos
Juan Gérvas
Médico de Canencia de la Sierra, Garganta de los Montes y El Cuadrón.
¿Qué es importante en el encuentro médico? Si lo importante es mirar a los ojos al paciente y no perder el tiempo con los problemas inherentes a los ordenadores y periféricos y al acto de recetar, las cosas se organizan de otro modo.
Soy de los que dan la mano con fuerza. A veces los (las, generalmente) pacientes se me quejan: “¡Qué fuerza tiene usted, doctor!” Como doy la mano al recibir y despedir al paciente, en la puerta, al decir adiós tengo capacidad para apretar más o menos según la respuesta a la primera vez. También, claro, recuerdo a los pacientes que se han quejado y siempre intento disminuir el ímpetu. Me desagradan las personas que dan la mano floja, sin ganas. Sé que no tiene mayor importancia, pues tengo pacientes y algún conocido muy buena persona que sencillamente dan la mano floja. Por ello nunca he manifestado el menor desagrado ante el paciente que responde a mi apretón con una mano floja. ¡En la consulta tenemos de todo!
Hay trabajos varios que demuestran que los pacientes agradecen la calidez y cordialidad en el trato. Naturalmente, ajustadas al momento. No es lo mismo dar la mano y la noticia de la confirmación de un embarazo, que dar la mano y el pésame por la muerte reciente del padre. Pero siempre cabe la calidez, la empatía, entender al paciente y hacerle notar que le entiendes. Me gustaría saber que ello mejora el resultado en salud, pero consuela saber que al menos mejora la calidad de la entrevista. Y la entrevista es clave. Por ejemplo, en la entrevista los oncólogos, al comunicar el diagnóstico de cáncer de mama, suelen dedicar treinta segundos a demostrar calidez y comprensión por la gravedad del diagnóstico que transmiten. ¡Demasiado poco!
Calidez y cordialidad
De la misma forma que doy la mano con energía y que ofrezco calidez y cordialidad, me gusta mirar a los ojos de los pacientes. Como siempre, con toda la simpatía adecuada, de forma no agresiva, de forma amable. No sé cuántos segundos de mirada directa a los ojos, pero los suficientes para que el paciente me sienta cercano y directo sin llegar a ser molesto. No me gusta la gente que te habla sin mirar a los ojos. Me molesta. Pero hay buenas personas, pacientes y conocidos, que no miran a los ojos. Por eso no le doy mayor importancia y nunca he manifestado desagrado ante el paciente que rehúye la mirada directa a los ojos. ¡Hay tanta variedad en la consulta!
Exploro a todos los pacientes. A todo paciente que expresa un signo o síntoma explorable. Por ello aconsejo al paciente, para que sepa que si viene por algo, veré ese algo, esté en el periné o en la axila, en los pies, en la boca o en el ano. Los pacientes lo saben y vienen preparados. Naturalmente, cabe la flexibilidad y, por ejemplo, algún paciente nuevo con hemorroides prefiere “venir otro día”, y que le dé una crema hoy, que “ya habrá tiempo la próxima vez”. Y otro, con dolor lumbar se queda asombrado de la exploración a fondo de reflejos, fuerza y sensibilidad que hago, por más que insista en que “lo único que me duele es la espalda”. Uno se adapta, claro, y si la paciente no tiene experiencia previa, por ejemplo, le explico que puedo tomar una muestra vaginal en el momento y mandarla al laboratorio: “¿prefiere que la tome ahora mismo o quizá quiere que la dejemos para otro día?” Con todo ello disminuyo la probabilidad de error, y puedo ver un carcinoma de amígdala en un paciente fumador y bebedor la segunda vez que le exploro la boca, por ejemplo; en la primera sólo me concentré en la faringe y la mucosidad abundante, pero cuando volvió con el mismo síntoma, de dolor de garganta, ya hice una exploración más a fondo.
Con el ordenador
Si trabajo con el ordenador, tengo la pantalla vertical a la izquierda. Tuerzo el cuello todo el rato, tanto para mirar a la pantalla como para escribir o para recoger los impresos (recetas y demás). Tuerzo el cuello y dejo de mirar a los ojos al paciente. Tuerzo el cuello y me siento de lado en la mesa. Tuerzo el cuello y el paciente tiene tiempo de estudiar mi perfil todo el tiempo que dedico a los requerimientos de la pantalla. Tuerzo el cuello y las incidencias continuas del ordenador y de los periféricos me obligan a dejar de hacer lo importante: dar la mano al recibir y despedir al paciente, demostrar calidez y empatía, mirar a los ojos y explorar todo lo explorable. Tuerzo el cuello y me convierto en un médico de cabecera que mira de lado al paciente.
Ya sé que hay médicos que emplean el ordenador y no tienen estos problemas. Ni tuercen el cuello, ni tener la pantalla vertical a la izquierda les impide nada, ni las incidencias del ordenador y los periféricos disminuyen su tiempo clínico. También sé que hay pantallas horizontales de ordenador en las que se puede escribir con un lápiz óptico como si escribieses sobre papel. No es ciencia ficción. Es otra realidad. Otra realidad posible sólo cuando se piensa que mirar a los ojos es importante.
Mirar a los ojos
Naturalmente, escribir hay que escribir. Pero al escribir en horizontal y con un lápiz (o similar) hay más tiempo y oportunidad para mirar al paciente a los ojos, para dejar la escritura y pasar a explorar, para ser cálido y cordial. Pero incluso se puede no escribir en horizontal. Por ejemplo, en Suecia los médicos dictan un resumen tras cada consulta, y luego unas secretarias pasan lo dictado a máquina, al ordenador. Los médicos de cabecera suecos no tuercen el cuello. Por supuesto, su modelo de receta permite la multiprescripción y la dispensación por un año. La organización depende de lo que se juzgue importante en el encuentro médico. Si lo importante es mirar a los ojos al paciente y no perder el tiempo con los problemas inherentes a los ordenadores y periféricos y al acto de recetar, las cosas se organizan de otro modo.
¿Y los incentivos? ¿Y los indicadores? ¿Y la cartera de servicios? ¿Y la gestión? Todo a su tiempo, todo en su orden.
De nuevo el diseño de indicadores, los incentivos, la cartera de servicios y la gestión deberían girar acerca de lo que es importante. Lo importante es mirar a los ojos al paciente y tener tiempo suficiente para la clínica. Lo importante es mejorar la salud del paciente, comprender lo que le sucede, disminuir su sufrimiento, incluso curar y “retrasar muertes” (de hecho, nunca “evitamos muertes” ni “salvamos vidas”; sólo “retrasamos muertes”, que no es poco). Lo importante es trabajar con fundamento científico. Por ejemplo, se retrasan muchas más muertes con el simple consejo contra el tabaco (120 por cada 100.000 habitantes y año) que con el cribaje, seguimiento y tratamiento de la hipertensión arterial (71 muertes retrasadas) o el tratamiento con estatinas de la isquemia de miocardio (prevención primaria, 3 muertes retrasadas, y secundaria, 14 muertes retrasadas). Sin embargo, todo nos empuja a diagnosticar, seguir y tratar hipertensos, y todo nos lleva a cribar y tratar a pacientes con aumento del colesterol. Cosas absurdas que aumentan en poco la salud de los pacientes y de la población, aunque los “entretenemos” un montón. Valdría la pena concentrarnos en cosas más simples y eficaces, como introducir IECA en los pacientes con insuficiencia cardíaca (308 muertes evitadas por cada 100.000 habitantes y año).
Lo importante es registrar
Con cosas absurdas da igual que el médico devenga en un profesional que tiene el cuello torcido. Lo importante es que registre, y el registro pasa de ser importante a ser central. Es central porque con él se evalúa la calidad y se reparten incentivos. Se registra y se vuelve importantísimo el ordenador con su pantalla vertical a la izquierda y el cúmulo de periféricos con sus “demandas”. Registrar y registrar sólo aumenta la torcedura de cuello. Y el cuello torcido significa mirar de lado, no mirar a los ojos del paciente.
Cabría defender la implantación de la historia clínica electrónica y la informatización de los centros si ello se acompañase del aumento de la calidad clínica. Pero nunca se ha demostrado tal. La historia clínica electrónica y la informatización de los centros no comportan mejora alguna de la calidad. Comportan, eso sí, mayor facilidad para la implantación de incentivos tipo “control aceptable de la tensión arterial”, “cálculo del riesgo cardiovascular” y todo ese tipo de cosas que entretiene y distrae al personal de lo importante.
Sin olvidar, claro, la función política de la implantación de sistemas tipo Abucasis, Osabide, Jara, Diraya y demás iniciativas autonómicas absolutamente incompatibles entre sí, que suponen el trasvase de millones de datos diarios innecesarios (y “sensibles”, cuyo desvío puede tener consecuencias incalculables). Estos sistemas se “cuelgan” de continuo, retrasan la consulta y conllevan más horas de torcer el cuello y no mirar a los ojos al paciente. No responden al interés ni de los médicos clínicos ni de los pacientes. De hecho, en muchos casos cuentan con la oposición activa de los médicos. Sirven a otros intereses, ajenos a la clínica, y se imponen incluso, como en el País Vasco, con sanciones contra los pocos que se atreven a anunciar a sus pacientes la simple implantación de estos sistemas que alejan el control de los datos de quien los suministra (pacientes) y de quien los utiliza en la clínica (el médico). Sistemas que llevan a más cuellos torcidos, a menos mirar a los ojos.
Ya digo, lo importante es la calidad clínica, científica y humana. Por ello conviene evitar el cuello torcido y todo lo que comporta tener la pantalla vertical del ordenador a la izquierda, con sus periféricos múltiples. ¡Menos mirar a la izquierda, a la pantalla, y más mirar al frente, a los ojos del paciente!
Os pongo a continuación un artículo que he leido hace poco, que aunque va dirigido a médicos trata un poco el tema de "mirar a los ojos al paciente". Es de un médico de familia amigo mío.
Dr. Julio Bonis
Médico de Familia
www.keyose.com - sus datos de salud en tiempo real en cualquier parte.
Torcer el cuello, mirar a los ojos
Juan Gérvas
Médico de Canencia de la Sierra, Garganta de los Montes y El Cuadrón.
¿Qué es importante en el encuentro médico? Si lo importante es mirar a los ojos al paciente y no perder el tiempo con los problemas inherentes a los ordenadores y periféricos y al acto de recetar, las cosas se organizan de otro modo.
Soy de los que dan la mano con fuerza. A veces los (las, generalmente) pacientes se me quejan: “¡Qué fuerza tiene usted, doctor!” Como doy la mano al recibir y despedir al paciente, en la puerta, al decir adiós tengo capacidad para apretar más o menos según la respuesta a la primera vez. También, claro, recuerdo a los pacientes que se han quejado y siempre intento disminuir el ímpetu. Me desagradan las personas que dan la mano floja, sin ganas. Sé que no tiene mayor importancia, pues tengo pacientes y algún conocido muy buena persona que sencillamente dan la mano floja. Por ello nunca he manifestado el menor desagrado ante el paciente que responde a mi apretón con una mano floja. ¡En la consulta tenemos de todo!
Hay trabajos varios que demuestran que los pacientes agradecen la calidez y cordialidad en el trato. Naturalmente, ajustadas al momento. No es lo mismo dar la mano y la noticia de la confirmación de un embarazo, que dar la mano y el pésame por la muerte reciente del padre. Pero siempre cabe la calidez, la empatía, entender al paciente y hacerle notar que le entiendes. Me gustaría saber que ello mejora el resultado en salud, pero consuela saber que al menos mejora la calidad de la entrevista. Y la entrevista es clave. Por ejemplo, en la entrevista los oncólogos, al comunicar el diagnóstico de cáncer de mama, suelen dedicar treinta segundos a demostrar calidez y comprensión por la gravedad del diagnóstico que transmiten. ¡Demasiado poco!
Calidez y cordialidad
De la misma forma que doy la mano con energía y que ofrezco calidez y cordialidad, me gusta mirar a los ojos de los pacientes. Como siempre, con toda la simpatía adecuada, de forma no agresiva, de forma amable. No sé cuántos segundos de mirada directa a los ojos, pero los suficientes para que el paciente me sienta cercano y directo sin llegar a ser molesto. No me gusta la gente que te habla sin mirar a los ojos. Me molesta. Pero hay buenas personas, pacientes y conocidos, que no miran a los ojos. Por eso no le doy mayor importancia y nunca he manifestado desagrado ante el paciente que rehúye la mirada directa a los ojos. ¡Hay tanta variedad en la consulta!
Exploro a todos los pacientes. A todo paciente que expresa un signo o síntoma explorable. Por ello aconsejo al paciente, para que sepa que si viene por algo, veré ese algo, esté en el periné o en la axila, en los pies, en la boca o en el ano. Los pacientes lo saben y vienen preparados. Naturalmente, cabe la flexibilidad y, por ejemplo, algún paciente nuevo con hemorroides prefiere “venir otro día”, y que le dé una crema hoy, que “ya habrá tiempo la próxima vez”. Y otro, con dolor lumbar se queda asombrado de la exploración a fondo de reflejos, fuerza y sensibilidad que hago, por más que insista en que “lo único que me duele es la espalda”. Uno se adapta, claro, y si la paciente no tiene experiencia previa, por ejemplo, le explico que puedo tomar una muestra vaginal en el momento y mandarla al laboratorio: “¿prefiere que la tome ahora mismo o quizá quiere que la dejemos para otro día?” Con todo ello disminuyo la probabilidad de error, y puedo ver un carcinoma de amígdala en un paciente fumador y bebedor la segunda vez que le exploro la boca, por ejemplo; en la primera sólo me concentré en la faringe y la mucosidad abundante, pero cuando volvió con el mismo síntoma, de dolor de garganta, ya hice una exploración más a fondo.
Con el ordenador
Si trabajo con el ordenador, tengo la pantalla vertical a la izquierda. Tuerzo el cuello todo el rato, tanto para mirar a la pantalla como para escribir o para recoger los impresos (recetas y demás). Tuerzo el cuello y dejo de mirar a los ojos al paciente. Tuerzo el cuello y me siento de lado en la mesa. Tuerzo el cuello y el paciente tiene tiempo de estudiar mi perfil todo el tiempo que dedico a los requerimientos de la pantalla. Tuerzo el cuello y las incidencias continuas del ordenador y de los periféricos me obligan a dejar de hacer lo importante: dar la mano al recibir y despedir al paciente, demostrar calidez y empatía, mirar a los ojos y explorar todo lo explorable. Tuerzo el cuello y me convierto en un médico de cabecera que mira de lado al paciente.
Ya sé que hay médicos que emplean el ordenador y no tienen estos problemas. Ni tuercen el cuello, ni tener la pantalla vertical a la izquierda les impide nada, ni las incidencias del ordenador y los periféricos disminuyen su tiempo clínico. También sé que hay pantallas horizontales de ordenador en las que se puede escribir con un lápiz óptico como si escribieses sobre papel. No es ciencia ficción. Es otra realidad. Otra realidad posible sólo cuando se piensa que mirar a los ojos es importante.
Mirar a los ojos
Naturalmente, escribir hay que escribir. Pero al escribir en horizontal y con un lápiz (o similar) hay más tiempo y oportunidad para mirar al paciente a los ojos, para dejar la escritura y pasar a explorar, para ser cálido y cordial. Pero incluso se puede no escribir en horizontal. Por ejemplo, en Suecia los médicos dictan un resumen tras cada consulta, y luego unas secretarias pasan lo dictado a máquina, al ordenador. Los médicos de cabecera suecos no tuercen el cuello. Por supuesto, su modelo de receta permite la multiprescripción y la dispensación por un año. La organización depende de lo que se juzgue importante en el encuentro médico. Si lo importante es mirar a los ojos al paciente y no perder el tiempo con los problemas inherentes a los ordenadores y periféricos y al acto de recetar, las cosas se organizan de otro modo.
¿Y los incentivos? ¿Y los indicadores? ¿Y la cartera de servicios? ¿Y la gestión? Todo a su tiempo, todo en su orden.
De nuevo el diseño de indicadores, los incentivos, la cartera de servicios y la gestión deberían girar acerca de lo que es importante. Lo importante es mirar a los ojos al paciente y tener tiempo suficiente para la clínica. Lo importante es mejorar la salud del paciente, comprender lo que le sucede, disminuir su sufrimiento, incluso curar y “retrasar muertes” (de hecho, nunca “evitamos muertes” ni “salvamos vidas”; sólo “retrasamos muertes”, que no es poco). Lo importante es trabajar con fundamento científico. Por ejemplo, se retrasan muchas más muertes con el simple consejo contra el tabaco (120 por cada 100.000 habitantes y año) que con el cribaje, seguimiento y tratamiento de la hipertensión arterial (71 muertes retrasadas) o el tratamiento con estatinas de la isquemia de miocardio (prevención primaria, 3 muertes retrasadas, y secundaria, 14 muertes retrasadas). Sin embargo, todo nos empuja a diagnosticar, seguir y tratar hipertensos, y todo nos lleva a cribar y tratar a pacientes con aumento del colesterol. Cosas absurdas que aumentan en poco la salud de los pacientes y de la población, aunque los “entretenemos” un montón. Valdría la pena concentrarnos en cosas más simples y eficaces, como introducir IECA en los pacientes con insuficiencia cardíaca (308 muertes evitadas por cada 100.000 habitantes y año).
Lo importante es registrar
Con cosas absurdas da igual que el médico devenga en un profesional que tiene el cuello torcido. Lo importante es que registre, y el registro pasa de ser importante a ser central. Es central porque con él se evalúa la calidad y se reparten incentivos. Se registra y se vuelve importantísimo el ordenador con su pantalla vertical a la izquierda y el cúmulo de periféricos con sus “demandas”. Registrar y registrar sólo aumenta la torcedura de cuello. Y el cuello torcido significa mirar de lado, no mirar a los ojos del paciente.
Cabría defender la implantación de la historia clínica electrónica y la informatización de los centros si ello se acompañase del aumento de la calidad clínica. Pero nunca se ha demostrado tal. La historia clínica electrónica y la informatización de los centros no comportan mejora alguna de la calidad. Comportan, eso sí, mayor facilidad para la implantación de incentivos tipo “control aceptable de la tensión arterial”, “cálculo del riesgo cardiovascular” y todo ese tipo de cosas que entretiene y distrae al personal de lo importante.
Sin olvidar, claro, la función política de la implantación de sistemas tipo Abucasis, Osabide, Jara, Diraya y demás iniciativas autonómicas absolutamente incompatibles entre sí, que suponen el trasvase de millones de datos diarios innecesarios (y “sensibles”, cuyo desvío puede tener consecuencias incalculables). Estos sistemas se “cuelgan” de continuo, retrasan la consulta y conllevan más horas de torcer el cuello y no mirar a los ojos al paciente. No responden al interés ni de los médicos clínicos ni de los pacientes. De hecho, en muchos casos cuentan con la oposición activa de los médicos. Sirven a otros intereses, ajenos a la clínica, y se imponen incluso, como en el País Vasco, con sanciones contra los pocos que se atreven a anunciar a sus pacientes la simple implantación de estos sistemas que alejan el control de los datos de quien los suministra (pacientes) y de quien los utiliza en la clínica (el médico). Sistemas que llevan a más cuellos torcidos, a menos mirar a los ojos.
Ya digo, lo importante es la calidad clínica, científica y humana. Por ello conviene evitar el cuello torcido y todo lo que comporta tener la pantalla vertical del ordenador a la izquierda, con sus periféricos múltiples. ¡Menos mirar a la izquierda, a la pantalla, y más mirar al frente, a los ojos del paciente!
#2
Julio ... mi doctora siempre me ha mirado a los ojos y me ha dedicado el tiempo necesario, ya he dicho que hasta que empecé con esta enfermedad teníamos una relación excelente ... pero a partir de tener una "enfermedad fantasma" como es esta, el trato cambia ... no digo que todos los médicos lo hagan pero en vista de los casos del foro, lo hacen una gran mayoría .... y la consecuencia es que el enfermo pierde la confianza en su médico y deja incluso de consultar nuevos problemas, como me ha pasado a mi esta misma semana .... tenía que consultarle algo y sencillamente no me he atrevido, se lo consultaré a mi familiar medico o al internista que me vé en febrero ..... y si me confirman mis sospechas, entonces se lo diré a mi doctora ...... con hechos consumados .....
Besos.
Besos.
#5
Ya Sate..pero esque dan ganas de mudarse ..empadronarse..y pedir que te pongan un médico asi.
Gracias Julio por compartir el articulo con nosotros...el otro dia mismo decia yo lo de mirar a los ojos. y ahora resulta que tu amigo incluso ha escrito sobre el tema....me ha plagiao..jeje....Tu primera impresión sobre nosotros no fué muy buena....sentiste cierta hostilidad por nuestra parte....pero espero que sigas pasandote por aqui.
Gracias Julio por compartir el articulo con nosotros...el otro dia mismo decia yo lo de mirar a los ojos. y ahora resulta que tu amigo incluso ha escrito sobre el tema....me ha plagiao..jeje....Tu primera impresión sobre nosotros no fué muy buena....sentiste cierta hostilidad por nuestra parte....pero espero que sigas pasandote por aqui.
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- Registrado: Mar Dic 21, 2004 12:02 am
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#6
Juer, así da gusto. Yo he puesto que no.
La última vez que fui al digestivo, allá por un par de años, la individua no me miró ni a los ojos ni a la cara ni ná Desde que entré a la consulta hasta que salí estuvo todo el tiempo leyendo y garabateando en mi historial, y diciéndo que el único tratamiento para el bicho es ajo y agua. Desde entonces no he vuelto por consulta. ¿Para qué?. Yo también estoy pensando en empadronarme por allí.
La última vez que fui al digestivo, allá por un par de años, la individua no me miró ni a los ojos ni a la cara ni ná Desde que entré a la consulta hasta que salí estuvo todo el tiempo leyendo y garabateando en mi historial, y diciéndo que el único tratamiento para el bicho es ajo y agua. Desde entonces no he vuelto por consulta. ¿Para qué?. Yo también estoy pensando en empadronarme por allí.
#7
A mí siempre me han tratado como si fuera un colega, en el seguro privado todos y en la SS la mayoría... no me puedo quejar. Incluso muchas veces nos hemos quedado hablando de cosas que no tenían nada que ver con la consulta, me han preguntado por mi tesis y se han ofrecido a echarme una mano si necesitaba cartas de recomendación o cosas así . Sólo os diré, como anécdota, que mi médico de digestivo del seguro me recibe siempre que quiero fuera de hora, que se me ha olvidado, directamente, pagarle como 5 consultas y él ni se ha ocupado, que me ha hecho todas las pruebas y analíticas cuando se las he pedido (de hecho, estoy pendiente de algunos análisis) y que estoy incluso pensando hasta tener un detalle con él. Hace muchos años, cuando estuve jodidísimo por una mononucleosis, con una gran crisis aplásica, se levantó a las tantas de la noche, abrió la consulta y me atendió a mí sólo para hacerme unas ecos (ciertamente, yo tenía un color amarillento muy malo).
#9
Eres la excepcion de la regla.... yo me hice analisis para ver como tenia el hierro y cuando me dieron los resultados, lo tenia a 20 superbajo, la medica de cabezera ni siquiera me mandaba hierro decia que no era para tanto que habia visto casos peores que no me quejara y me lo mando se ve que me vio la cara de asesina...
Me alegro mucho por ti....pero en general nos tratan como borregos
Me alegro mucho por ti....pero en general nos tratan como borregos
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