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Esta es la historia de, una vez más, la incapacidad del mundo de la medicina para comprender la salud en su conjunto, debido sin duda a la profunda incultura generalizada en temas que no sean relativos al cuerpo humano (alimentos, ecología, meteorología, etc). Seguramente la causa de que no encuentren el origen de nuestros males (sin duda al menos para mí).
Una pregunta tan sencilla como ¿por qué me pica la cicatriz cuando cambia el tiempo?
La respuesta es unánime:
- "¡qué más da, eso no tiene ninguna importancia!"
que oculta un
- "pues la verdad es que no tengo la más remota idea, pero lo cierto es que me importa un pepino, no tengo la mínima curiosidad por saberlo"
Hace algún tiempo, oí a un médico aconsejarle a un paciente que sufría de hipertensión (otra dolencia ampliamente desconocida a pesar de lo habitual) que se fuera de vacaciones a la playa porque allí la tensión sanguínea baja.
¿Por qué? Porque la presión atmosférica es mayor a nivel del mar que en zonas más altas (no sé si algún médico sabrá esto, pero imagino que al menos esto sí). Puesto que nuestros vasos sanguíneos son flexibles (no rígidos como las tuberías de nuestras casas), la presión exterior les afecta y si sube la exterior, baja la interior (al menos teniendo en cuenta la forma que tenemos de medirla, hidráulicamente eso sería incorrecto). Es una cuestión de equilibrio dentro-fuera. Creo que mucha gente ha notado el sopor que produce irse a la playa en verano, y no es sólo por el calor (en el centro de la península en verano hace tanto o más calor que en la playa) la presión influye porque es una sensación que se da tanto en verano como en invierno, hasta que el cuerpo se acostumbra al cabo de unos días.
Igualmente el cuerpo nota el cambio cuando hacemos el recorrido contrario. Es decir, sube la tensión sanguínea y, lógicamente, en lugar de sopor notamos mayor nerviosismo cuando el viaje se hace desde la playa hacia regiones más altas. No me extrañaría nada que el síndrome post-vacacional de algunas personas esté relacionado precisamente con este efecto.
¿Alguien se ha dado cuenta de que, en este caso, una subida de tensión está producida por factores externos y tiene influencia sobre el estado nervioso del paciente? ¡Anda! Resulta que es un ejemplo en donde los nervios desequilibrados son consecuencia de la subida de tensión y no al contrario... (Alguien debería investigar esto de una vez...)
Sigamos. En la red se puede buscar un dato interesante: por cada 8 metros de desnivel se calcula que hay una diferencia de 1 milibar de presión atmosférica (desgraciadamente no es uniforme y ese cambio de presión varía con la altura considerada). Hay altímetros que utilizan precisamente este efecto para calcular la altitud a la que nos encontramos.
Entonces, un cambio de presión brusco en la atmósfera, pongamos de 40 milibares en dos o tres días, es el equivalente a subir ¡320 metros! Caramba, eso tiene que afectar a la presión sanguínea. Cuanto más brusco sea el cambio, más afectará a nuestro sistema circulatorio, ya que le dará menos tiempo para reaccionar.
Con la llegada del mal tiempo (paso de anticiclones, con altas presiones, a borrascas, con bajas) la tensión sanguínea tiende a subir. Las personas con problemas de regulación de la presión tardan en equilibrarla de nuevo. La presión sanguínea alta afecta a la cabeza y al sistema nervioso, se tiene sensación general de nerviosismo hasta que el cuerpo consigue de nuevo regularla.
Pero no sólo nos pasa factura al sistema nervioso. Los finos capilares de la piel también se ven afectados. Al bajar la presión (repito que es más acusado cuando la bajada es más brusca), los diminutos capilares formados en una cicatriz se hinchan, porque ahora es más fácil fluir la sangre al bajar la presión exterior. Al circular más sangre, se enrojece y pica.
No sólo lo notamos nosotros. Lo notan los burros (que mueven la cabeza y las orejas de forma nerviosa), lo notan los gatos (que saltan y corretean nerviosos), los perros, las palomas, los gorriones,... Todos se enteran de que está cambiando el tiempo y de que va a llover. Hay toda una curiosa forma de predecir el tiempo que se llama las CABAÑUELAS o las TÉMPORAS que se basa en el saber popular de la observación de todos estos fenómenos.
Pero la ciencia no cree en ello. No ha habido experimentación científica que demuestre que funciona. La ciencia ha llegado a un callejón sin salida en este temas gracias a... esa maravillosa especialización que la sociedad ha institucionalizado y que impide que tengamos una visión de conjunto de la realidad.
Con esa absurda obsesión por la especialización nos dirijimos, como decía Ortega y Gasset, a saberlo todo absolutamente de nada.
Y mientras tanto, algunos tenemos que sufrir las consecuencias de esa ignorancia.