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Publicado: Lun Dic 18, 2006 6:18 pm
El artículo es de fecha de hoy 18/12/06, por desgracia el periódico impide el link directo así que cortar y pegar o hemeroteca, lo cuelgo porque Javier Cuervo tiene una fina ironía y manera de tratar asuntos de la vida, ya publico otro sobre la celiaquía y la comunión igual o más ácido, quizá a muchos no os guste, a mi reconozco que me sentó agridulce, pero ....
JAVIER CUERVO
Me llaman Lola la traviesa es una selección de los anuncios de contactos sexuales no profesionales de la «London review of books», una revista sesuda que se animó hace ocho años a ofrecer a sus lectores la posibilidad de remediar o paliar sus soledades con esta columna de libre expresión y oferta personal.
Los anuncios resultantes son los que se espera de sus lectores, educados intelectuales de clase medio. En vez de ponerse por las nubes, explotan sus defectos. Es lo educado. Las alabanzas tienen que venir de los otros para valer algo. Algo pesará también la tradición anglosajona de rebajarse en sociedad con la burla de los defectos cuando se está en trance de sexo o de relación. Es lo que hace el amigo del alma en el «speach» de la boda cuando cuenta las peores meteduras de pata y los vicios ocultos del novio ante la que ya es su esposa, la familia de ambos y las amistades comunes.
«Hombre calvo, bajo, gordo y feo, 53, busca mujer corta de vista con enorme apetito sexual». Los que crean que le será fácil encontrarla, sepan que ese 53 hace referencia a la edad. Las que quieran un hombre sincero y tengan la suerte de ser cortas de vista y largas como la Juanita de Valera pueden estar ante la persona con la que compartir el resto de su vida.
Algunos son profesionales de la profecía autocumplida: «Hombre tímido y feo, sumido en largos períodos de autocompasión, mediana edad, flatulento y con sobrepeso, busca lo imposible». Con ese anunció comprobará que lo imposible no existe y no por por los años perdidos en la autocompasión, que forman parte de un pasado que tampoco da para chantajes, ni por lo tímido, feo, sobrepesado y de mediana edad, que a la vista y al oído estarán, sino por lo flatulento, que no llegará estar al olfato ni al oído porque su advertencia espanta mucho.
Este anuncio saca de cualquiera la señorita Francis que todos llevamos dentro (por las tardes radiofónicas de infancia). «Querido amigo: aunque siempre puede haber un roto para un descosido y pueden juntarse dos flatulencias como se unen dos lujurias, dos avaricias, dos colecciones filatélicas, dos fortunas o el hambre y las ganas de comer, podría ser que tuvieras que escoger entre las cadenas del amor y la libertad de cuesco. Sin la advertencia previa dejarías abiertas más posibilidades a la posibilidad de encontrar un imposible y, con un poco de contención aerofágica, luego vendría la flatulencia como vienen la ternura, el apego o la tercera edad.
Ánimo y que el vientre no se interponga entre dos corazones».
JAVIER CUERVO
Me llaman Lola la traviesa es una selección de los anuncios de contactos sexuales no profesionales de la «London review of books», una revista sesuda que se animó hace ocho años a ofrecer a sus lectores la posibilidad de remediar o paliar sus soledades con esta columna de libre expresión y oferta personal.
Los anuncios resultantes son los que se espera de sus lectores, educados intelectuales de clase medio. En vez de ponerse por las nubes, explotan sus defectos. Es lo educado. Las alabanzas tienen que venir de los otros para valer algo. Algo pesará también la tradición anglosajona de rebajarse en sociedad con la burla de los defectos cuando se está en trance de sexo o de relación. Es lo que hace el amigo del alma en el «speach» de la boda cuando cuenta las peores meteduras de pata y los vicios ocultos del novio ante la que ya es su esposa, la familia de ambos y las amistades comunes.
«Hombre calvo, bajo, gordo y feo, 53, busca mujer corta de vista con enorme apetito sexual». Los que crean que le será fácil encontrarla, sepan que ese 53 hace referencia a la edad. Las que quieran un hombre sincero y tengan la suerte de ser cortas de vista y largas como la Juanita de Valera pueden estar ante la persona con la que compartir el resto de su vida.
Algunos son profesionales de la profecía autocumplida: «Hombre tímido y feo, sumido en largos períodos de autocompasión, mediana edad, flatulento y con sobrepeso, busca lo imposible». Con ese anunció comprobará que lo imposible no existe y no por por los años perdidos en la autocompasión, que forman parte de un pasado que tampoco da para chantajes, ni por lo tímido, feo, sobrepesado y de mediana edad, que a la vista y al oído estarán, sino por lo flatulento, que no llegará estar al olfato ni al oído porque su advertencia espanta mucho.
Este anuncio saca de cualquiera la señorita Francis que todos llevamos dentro (por las tardes radiofónicas de infancia). «Querido amigo: aunque siempre puede haber un roto para un descosido y pueden juntarse dos flatulencias como se unen dos lujurias, dos avaricias, dos colecciones filatélicas, dos fortunas o el hambre y las ganas de comer, podría ser que tuvieras que escoger entre las cadenas del amor y la libertad de cuesco. Sin la advertencia previa dejarías abiertas más posibilidades a la posibilidad de encontrar un imposible y, con un poco de contención aerofágica, luego vendría la flatulencia como vienen la ternura, el apego o la tercera edad.
Ánimo y que el vientre no se interponga entre dos corazones».