#1
Publicado: Dom Nov 12, 2006 2:52 pm
Estoy muy contenta.
Han seleccionado mi relato corto para un libro infantil juvenil que se titulará "Cuentos de Navidad". Saldrá el mes que viene y los beneficios que se obtengan con la venta se destinarán a una Asociación para niños víctimas del Cáncer.
Se trataba de un concurso de relatos cortos de temática libre que organizaba una editorial de Zaragoza. Hace tiempo que quería lanzar mi crítica hacia aquellas personas que abandonan a sus mascotas y no sabía cómo hacerlo. Así que considere que este concurso me daba la oportunidad. El final de mi relato es feliz, no quería presentar a los niños y jóvenes cuál es verdaderamente la cruda realidad: la mayoría de los perros abandonados mueren. Pero sí que quería que fuese un relato estremecedor para que a los pequeños lectores se les encoja el corazón con este tema y crezcan con la idea de que un animal es una vida y abandonarlo es un crimen.
A ver si os gusta:
Hoy es un domingo especial de agosto, Chispas cumple su “primer” año de vida y para celebrarlo hemos decidido pasar toda la mañana en el parque. Correr tras la pelota, dar saltos y voltear en el césped. Chispas es mi mascota; un perro sin raza, sin belleza y sin embargo él es el centro de mi vida y ... yo soy su vida.
Todavía recuerdo aquel gélido domingo de enero. Sentada en un banco de este parque, leía con interés las últimas páginas de un libro ávida de averiguar quién había cometido el estudiado y calculado crimen de una dulce adolescente. Quién podía tener tan pocos escrúpulos para asesinar a una niña?. De pronto oí unos débiles gemidos tras los arbustos, junto a la fuente.
Me levanté cautelosa, asustada para qué negarlo. Casualmente, la escena de mi libro se dibujó en la realidad plasmando en aquel rinconcito del parque un estudiado y calculado crimen, una atrocidad hecha sin escrúpulos. Mojado, aterido y moribundo sollozaba un cachorro.
Lanzo la pelota y Chispas corre tras ella, la coge entre sus dientes y me la devuelve. Repito la jugada una y otra vez y Chispas no falla. Corre con vitalidad, salta con energía, derrocha entusiasmo y transmite alegría. Lo observo emocionada, cada latido de su corazón es un regalo para mí. Cuando me devuelve la pelota acaricio su cabeza y le digo “muy bien Chispas”.
No me canso de acariciarlo, de decirle lo guapo que es y lo mucho que le quiero. Y Chispas se deja acariciar, se deja mimar y me chupa las manos, el cuello, las piernas para responderme “yo también a ti”.
El veterinario examinó al cachorro, estaba sucio y desnutrido. Su esqueleto se transparentaba tras el fino velo de su piel. No podía mantenerse en pie, sus delgadas patas sangraban llenas de rasguños y apenas le sostenían. Tenía los párpados cerrados. Agotado y débil esperaba el veredicto médico : “ es mejor sacrificarlo”. Me aproximé a la camilla, cogí su patita y con la otra mano acaricié sus ojos; me acerqué a sus grandes y despeinadas orejas y le susurré con ternura: “yo te cuidaré”. Por mi mejilla resbaló una enorme lágrima; el cachorro , tras varios intentos, abrió los ojos, me miró desfallecido y con dolorosa lentitud sacó su lengua y lamió mi lágrima.
Chispas corre hacia la fuente y atraviesa un enorme charco de barro . Bebe agua y vuelve al charco para jugar en él unos segundos. Golpea el suelo con sus patas, chapoteando, danzando, salpicando de barro su pelaje. Corre hacia mí y me saluda excitado apoyando sus pies en mi vestido. Qué desastre, huellas caninas se estampan en la tela.
Chispas salta , contento, alegre, da vueltas a mi alrededor. Agita el rabo con fuerza, enérgico y poderoso. Corre, se detiene y me mira, vuelve junto a mí y apoya nuevamente sus pies en mi vestido.
Está feliz. Yo soy feliz.
Tardó mucho tiempo en recuperarse. No quería comer. Era un perro abandonado pero añoraba a su dueño. Quería volver con él, serle fiel, ser su amigo. Demostrarle cuánto amor podía ofrecerle.
Por las noches lo cogía en mi regazo y le hablaba al oído, le enviaba fuerza y ánimo. El me miraba, sus ojos reflejaban tristeza y nostalgia. En esa mirada, vacía y apagada, siempre se leía la misma pregunta: “¿dónde está mi dueño?”.
Y yo siempre le contestaba: “aquí, junto a ti. Yo, ahora soy yo. Tú quieres?”.
El sol calienta demasiado, es hora de irse a casa. Chispas se dormirá en el sofá (no he conseguido que duerma en su colchoneta) y cuando despierte continuaremos la fiesta. Tal vez yo me duerma junto a él y le dejaré apoyar su cabeza en mi brazo. Me encanta despertar y ver su carita de ángel. A veces abre sus ojos mientras le observo y siento su voz: “¿tú no me abandonarás, verdad?”
No, nos quedan muchos cumpleaños por celebrar.
Han seleccionado mi relato corto para un libro infantil juvenil que se titulará "Cuentos de Navidad". Saldrá el mes que viene y los beneficios que se obtengan con la venta se destinarán a una Asociación para niños víctimas del Cáncer.
Se trataba de un concurso de relatos cortos de temática libre que organizaba una editorial de Zaragoza. Hace tiempo que quería lanzar mi crítica hacia aquellas personas que abandonan a sus mascotas y no sabía cómo hacerlo. Así que considere que este concurso me daba la oportunidad. El final de mi relato es feliz, no quería presentar a los niños y jóvenes cuál es verdaderamente la cruda realidad: la mayoría de los perros abandonados mueren. Pero sí que quería que fuese un relato estremecedor para que a los pequeños lectores se les encoja el corazón con este tema y crezcan con la idea de que un animal es una vida y abandonarlo es un crimen.
A ver si os gusta:
Hoy es un domingo especial de agosto, Chispas cumple su “primer” año de vida y para celebrarlo hemos decidido pasar toda la mañana en el parque. Correr tras la pelota, dar saltos y voltear en el césped. Chispas es mi mascota; un perro sin raza, sin belleza y sin embargo él es el centro de mi vida y ... yo soy su vida.
Todavía recuerdo aquel gélido domingo de enero. Sentada en un banco de este parque, leía con interés las últimas páginas de un libro ávida de averiguar quién había cometido el estudiado y calculado crimen de una dulce adolescente. Quién podía tener tan pocos escrúpulos para asesinar a una niña?. De pronto oí unos débiles gemidos tras los arbustos, junto a la fuente.
Me levanté cautelosa, asustada para qué negarlo. Casualmente, la escena de mi libro se dibujó en la realidad plasmando en aquel rinconcito del parque un estudiado y calculado crimen, una atrocidad hecha sin escrúpulos. Mojado, aterido y moribundo sollozaba un cachorro.
Lanzo la pelota y Chispas corre tras ella, la coge entre sus dientes y me la devuelve. Repito la jugada una y otra vez y Chispas no falla. Corre con vitalidad, salta con energía, derrocha entusiasmo y transmite alegría. Lo observo emocionada, cada latido de su corazón es un regalo para mí. Cuando me devuelve la pelota acaricio su cabeza y le digo “muy bien Chispas”.
No me canso de acariciarlo, de decirle lo guapo que es y lo mucho que le quiero. Y Chispas se deja acariciar, se deja mimar y me chupa las manos, el cuello, las piernas para responderme “yo también a ti”.
El veterinario examinó al cachorro, estaba sucio y desnutrido. Su esqueleto se transparentaba tras el fino velo de su piel. No podía mantenerse en pie, sus delgadas patas sangraban llenas de rasguños y apenas le sostenían. Tenía los párpados cerrados. Agotado y débil esperaba el veredicto médico : “ es mejor sacrificarlo”. Me aproximé a la camilla, cogí su patita y con la otra mano acaricié sus ojos; me acerqué a sus grandes y despeinadas orejas y le susurré con ternura: “yo te cuidaré”. Por mi mejilla resbaló una enorme lágrima; el cachorro , tras varios intentos, abrió los ojos, me miró desfallecido y con dolorosa lentitud sacó su lengua y lamió mi lágrima.
Chispas corre hacia la fuente y atraviesa un enorme charco de barro . Bebe agua y vuelve al charco para jugar en él unos segundos. Golpea el suelo con sus patas, chapoteando, danzando, salpicando de barro su pelaje. Corre hacia mí y me saluda excitado apoyando sus pies en mi vestido. Qué desastre, huellas caninas se estampan en la tela.
Chispas salta , contento, alegre, da vueltas a mi alrededor. Agita el rabo con fuerza, enérgico y poderoso. Corre, se detiene y me mira, vuelve junto a mí y apoya nuevamente sus pies en mi vestido.
Está feliz. Yo soy feliz.
Tardó mucho tiempo en recuperarse. No quería comer. Era un perro abandonado pero añoraba a su dueño. Quería volver con él, serle fiel, ser su amigo. Demostrarle cuánto amor podía ofrecerle.
Por las noches lo cogía en mi regazo y le hablaba al oído, le enviaba fuerza y ánimo. El me miraba, sus ojos reflejaban tristeza y nostalgia. En esa mirada, vacía y apagada, siempre se leía la misma pregunta: “¿dónde está mi dueño?”.
Y yo siempre le contestaba: “aquí, junto a ti. Yo, ahora soy yo. Tú quieres?”.
El sol calienta demasiado, es hora de irse a casa. Chispas se dormirá en el sofá (no he conseguido que duerma en su colchoneta) y cuando despierte continuaremos la fiesta. Tal vez yo me duerma junto a él y le dejaré apoyar su cabeza en mi brazo. Me encanta despertar y ver su carita de ángel. A veces abre sus ojos mientras le observo y siento su voz: “¿tú no me abandonarás, verdad?”
No, nos quedan muchos cumpleaños por celebrar.