#1
Publicado: Dom Jul 23, 2006 7:59 pm
Reportage de la revista "Cuerpo y Mente", que ha salido el dia 17 de Marzo 2005.
EL CEREBRO INTESTINAL
La sospecha popular de que los hombres piensan con dos cabezas puede ser menos
irónica de lo que se piensa. Un cerebro, el más conocido, se encuentra en la cabeza, y el
otro no donde se suele sospechar sino en el sistema digestivo. Este último se encuentra
literalmente forrado de células nerviosas y contiene los mismos neurotransmisores que
utilizan las neuronas para comunicarse entre sí. Los últimos hallazgos muestran que los
dos cerebros funcionan de manera autónoma aunque se coordinan cuando es necesario.
Muchas molestias intestinales podrían explicarse por el incorrecto funcionamiento del
«cerebro intestinal» o por interferencias en la mala
comunicación con el cerebro superior.
El cerebro digestivo, conocido como sistema nervioso entérico, está localizado
en capas de tejido que forran el esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon. Es
una entidad anatómica única, compuesta por redes de células nerviosas, sustancias
neurotransmisoras y proteínas que actúan como mensajeras entre neuronas, capaz de
aprender, de influir sobre el estado de ánimo y sobre la salud. «El cerebro intestinal
desempeña un papel importante en las felicidades y en las miserias humanas, aunque
poca gente sepa que lo tiene», dice Michael Gershon, autor del libro El segundo cerebro
y profesor de anatomía y biología celular del Centro Médico Presbiteriano Columbia en
Nueva York (Estados Unidos).
Control de la digestión Y la inmunidad
Describir las misiones del cerebro intestinal puede ser tan complicado como intentarlo
con las del cerebro ubicado en el cráneo. Hasta el momento están claras dos
fundamentales. La primera es dirigir el proceso de digestión. La segunda, colaborar con
el sistema inmunitario en la defensa frente a sustancias y microorganismos hostiles. Dos
funciones tan vitales como las intelectuales, desempeñadas por el cerebro superior.
Hasta hace relativamente poco se creía que el cerebro controlaba directamente
los nervios y músculos intestinales a través del nervio vago. Según esta teoría, el
intestino era simplemente un tubo que obedecía órdenes. El problema era que nadie
había contado el número de células nerviosas presentes en el intestino.
Cuando se ha hecho, se ha descubierto que el intestino contiene más de cien mil
millones de neuronas, casi tantas como el cerebro ya conocido.
La red nerviosa intestinal está dirigida por un pequeño número de «neuronas
comandantes» que reciben órdenes básicas del cerebro y las redirigen a los
millones de neuronas que se extienden a través de las dos redes nerviosas
propias del intestino: el plexo mientérico y el plexo subrnuscosal. Los tejidos nerviosos
de los plexos también contienen células glia que nutren las neuronas.
Las células glia están implicadas en la respuesta inmunitaria y sirven de
barrera frente a sustancias dañinas que pudieran dañar las neuronas
intestinales.
La actividad inmunitaria del intestino resulta tan significativa que se le
puede considerar el mayor órgano del sistema de defensas. Alberga más células
inmunitarias que todo el resto del cuerpo y las neuronas entéricas están en
permanente comunicación con ellas. Entre las funciones inmunitarias del cerebro
intestinal cabe señalar el mantenimiento de condiciones óptimas para el desarrollo de la
flora bacteriana beneficiosa y la detección y expulsión
inmediata de los microorganismos que pudieran resultar perjudiciales.
Las «neuronas comandantes» controlan la actividad del intestino. Poseen sensores para
el azúcar, las proteínas, la acidez y otros agentes químicos que indican la progresión de
la digestión. A partir de esta información, el cerebro intestinal decide las sustancias que
debe secretar para optimizar la asimilación de nutrientes y el ritmo con que los
contenidos intestinales deben ser empujados.
En definitiva, el intestino toma decisiones y utiliza en su funcionamiento
circuitos complejos como sólo se encuentran en el cerebro.
Salud y enfermedad
Los detalles sobre cómo el sistema nervioso entérico está vinculado con el
sistema nervioso central han sido descubiertos en los últimos años y están
formando un nuevo campo de la medicina llamado neurogastroenterología. Durante
años, a las personas que tenían úlceras o dolor abdominal crónico se les ha
dicho que sus problemas eran imaginarios o emocionales. Hasta se les podía
dirigir al psiquiatra o al psicólogo para que recibieran tratamiento. Los
médicos acertaban al relacionar estos problemas con el cerebro, pero culpaban al
equivocado. Todo indica que la mayoría de desórdenes gastrointestinales, como el
síndrome de colon irritable, dolencia que afecta al 10-15% de los españoles, se originan
en el cerebro intestinal o lo implican de manera fundamental.
Las razones por las que el sistema nervioso entérico se trastorna aún no son
bien conocidas, pero las emociones pueden desempeñar un papel fundamental, de la
misma forma que influyen sobre el sistema nervioso central.
Casi todos los pacientes con síndrome de colon irritable se quejan de problemas
mentales y emocionales, como ansiedad, fatiga, agresividad, depresión o alteraciones del
sueño. Una teoría sostiene que durante la infancia los afectados -sus cerebros digestivosaprendieron
a desarrollar molestias para hacer frente a situaciones de estrés. Digamos
que provocaban un cambio de escenario: la preocupación por el síntoma físico dejaba en
segundo plano cualquier otra. Así resulta que las molestias intestinales pueden revelar
una dificultad para afrontar las dificultades que presenta que la vida.
Es cierto que los síntomas de ambos cerebros se confunden. No es extraño,
porque casi todas las sustancias que controlan y hacen funcionar el cerebro se
producen en el intestino. Neurotransmisores principales como la serotonina, la
dopamina, el glutamato, la noradrenalina y el óxido nítrico bañan las células
nerviosas del intestino igual que lo hacen en el cerebro, aunque pueden tener
funciones diferentes. Por ejemplo, la serotonina, que en el cerebro está
relacionada con la sensación de calma y bienestar, en el intestino, donde se
encuentra el 95% del total corporal, se encarga de desencadenar los movimientos
peristálticos.
Dos docenas de proteínas cerebrales muy simples, llamadas neuropéptidos, que
son utilizadas por las neuronas para comunicarse entre ellas y con las células
inmunitarias, se encuentran también en el intestino. Las encefalinas, opiáceos
cerebrales naturales, no faltan. Y un hallazgo que ha dejado atónitos a los
investigadoes es que el intestino es una abundante fuente de benzodiazepinas, la familia
de agentes químicos psicoactivos incluidos en medicamentos tan populares -son
adictivos- como el Valium y el Xanax.
Dos cerebros vinculados
A medida que se conocen más detalles sobre las relaciones entre los dos cerebros, se
entienden mejor algunos síntomas muy frecuentes. Por ejemplo, las «mariposas en el
estómago» son consecuencia de la estimulación de las células nerviosas intestinales al
liberarse cantidades extraordinarias de hormonas del estrés por orden del cerebro cuando
se enfrenta a una situación difícil (amenazas físicas auténticas o imaginarias). Una
diarrea puede ser resultado del miedo, que multiplica los estímulos sobre los circuitos
productores de serotonina, neurotransmisor que desencadena la motilidad intestinal. Los
dolores abdominales y las irregularidades intestinales son normales durantes los
periodos de tensión emocional.
El diálogo entre cerebros explica también muchos efectos secundarios de ciertos
medicamentos. Los que ejercen efectos psíquicos también suelen tenerlos sobre el
intestino. Los psicofármacos que provocan cambios en los niveles de serotonina cerebral
afectan la producción del neurotransmisor en el intestino y pueden provocar náuseas,
diarrea o estreñimiento. La cuarta parte de las personas que toman Prozac o
antidepresivos similares sufren este tipo de problemas gastrointestinales. Tanto es así
que el Prozac se utiliza en pequeñas dosis para tratar el estreñimiento crónico o el
síndrome de colon irritable. Si se aumenta la dosis, el intestino se paraliza.
Drogas como la morfina y la heroína actúan tanto sobre los receptores opiáceos
que se hallan en el cerebro como en los que se encuentran en el intestino. Ambos
sistemas pueden hacerse adictos. Otra prueba del estrecho vínculo que existe entre los
dos sistemas nerviosos es que los enfermos de Alzheimer y de Parkinson sufren de
estreñimiento: sus neuronas intestinales están tan enfermas como las cerebrales.
Cabe preguntarse si es posible modificar el volumen de neurotransmisores intestinales a
través de la alimentación. La respuesta es sí.
Los alimentos ricos en hidratos de carbono favorecen la producción de serotonina y los
proteicos, la de dopamina y noradrenalina.
En el caso del síndrome de colon irritable, la práctica naturista recomienda
aumentar la ingesta de hidratos de carbono complejos (cereales integrales,
frutas y legumbres) y de fibra hidrosoluble (frutas, verduras, avena y
legumbres). El trigo no está recomendado porque es alergénico y entre los
afectados por el síndrome hay una incidencia mayor de alergias e intolerancias a los
alimentos.
Otra estrategia para resolver molestias intestinales es lógicamente reducir el
estrés, ya sea mediante técnicas de relajación, psicoterapia o ejercicio físico.
Muchas personas han descubierto que dar paseos todos los días reduce
considerablemente sus síntomas.
El poder del centro del cuerpo
La comunicación entre los sistemas nerviosos central y entérico es como una autopista
de dos direcciones, pero hay diez veces más tráfico hacia arriba que hacia abajo.
Además, el sistema nervioso entérico es la única parte del cuerpo que puede
rechazar o ignorar un mensaje que llega desde la cabeza. Es decir, el cerebro
digestivo toma continuamente decisiones para el buen funcionamiento del sistema
digestivo. Sin embargo, la mayoría de sensaciones que llegan a la conciencia son
negativas, ya sea dolor o hinchazón. No se espera que llegue nada bueno de los
intestinos, pero esto no significa que no hagan un buen trabajo y que no envíen señales
positivas al resto del cuerpo.
¿Por qué hay benzodiazepinas en el intestino? Seguramente porque pueden aliviar los
estados de ansiedad, de manera que en el intestino hay un auténtico laboratorio
farmacéutico donde se producen, entre otros, medicamentos naturales contra el estrés,
según Anthony Basile, neuroquímico en el Laboratorio de Neurociencia del Instituto
Nacional de la Salud en Bethesda (Estados Unidos).
Las importantes funciones del sistema nervioso entérico se están descubriendo,
pero su prestigio, dentro de la medicina convencional, todavía no está a la
altura de los «órganos nobles». En cambio, para las medicinas orientales, el
vientre es nada menos que el centro vital del organismo y lo es en el sentido
más profundo. El dan tien de la medicina tradicional china y el hara de las
artes marciales japonesas no aluden a los intestinos o cualquier otro órgano
concreto, sino a un punto situado un par de dedos por debajo del ombligo, en el centro
de gravedad del cuerpo. Allí reside el océano del chi, la energía vital.
Es el centro de control del organismo, donde se integran mente y cuerpo y ambos se
funden con el universo. Para mantener la salud, el objetivo es conectar –a través de la
meditación y de disciplinas psicofísicas como el taichi o el chikung- con ese centro. Los
resultados son una integración óptima de todos los sistemas corporales y, sobre todo, un
estado general de serenidad, de calma profunda. ¿Tendrá esta calma algo que ver con el
equilibrio del sistema nervioso entérico? Sería casualidad que no lo tuviera. En palabras
de K.G. Dürckheim, maestro de filosofía zen y de artes marciales, «el cuidado del hara
ejerce una virtud curativa con respecto al nerviosismo, bajo cualquier forma que se
presente».
Terapias naturistas
Para la medicina naturista occidental, el sistema digestivo y los intestinos en especial
desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la salud. Si la enfermedad es
consecuencia del desequilibrio y éste puede ser efecto de una sobrecarga de elementos
tóxicos, la terapia más recomendable en muchas ocasiones es la higiene intestinal. Así,
los ayunos y enemas provocarían, en términos informáticos, un «reset» de los órganos
gobernados por el sistema nervioso entérico que les permitiría reiniciar un
funcionamiento correcto después de un tiempo de descanso y de eliminar elementos
extraños. La limpieza intestinal sería para el cerebro del bajo vientre algo así como una
cura de sueño para el sistema nervioso central.
Tanto los recientes hallazgos sobre el sistema nervioso entérico como los
antiguos conocimientos sobre el hara sugieren la conveniencia de hacer menos caso al
parloteo de la mente y prestar en cambio más atención a los síntomas y sensaciones
procedentes del estómago y de los intestinos. Así podrían descubrirse emociones
conflictivas que conviene resolver o evitar el esarrollo de muchas dolencias en sus
primeras etapas. En cierta manera el ser humano adulto debiera recuperar la sabiduría
del bebé, para quien las sensaciones que proceden de la barriga están por encima de casi
todas las demás y puede llorar desesperadamente cuando le azuza el hambre o
acariciarse la barriga cuando le llegan sensaciones satisfactorias.
RECUADROS:
DOS CEREBROS, POR LÓGICA
En la historia de la vida, el sistema nervioso entérico, el «cerebro digestivo», fue el
primero en nacer. Apareció en animales que eran un mero tubo digestivo. Estaban
pegados a las rocas y esperaban a que la comida pasara por allí. A medida que la vida
evolucionó, los animales necesitaron sistemas nerviosos más complejos para encontrar
alimento y para reproducirse, de manera que se desarrolló un sistema nervioso central.
Pero el control del intestino era demasiado importante como para confiarlo únicamente a
la cabeza, según David Wingate, profesor de gastroenterología de la Universidad de
Londres. La naturaleza prefirió preservar el sistema nervioso entérico como un circuito
independiente que en los animales más complejos está escasamente conectado con el
sistema nervioso central y puede funcionar prácticamente de manera utónoma, sin
instrucciones del «cerebro superior».
De alguna manera, lo que ha ocurrido a lo largo de la evolución es lo que mismo que
sucede en cada individuo desde su concepción hasta su pleno desarrollo.
La cresta neural se forma muy pronto en la etapa de desarrollo embrionario. Con el paso
de las semanas, una parte llega a ser el sistema nervioso central y otra migra hasta
convertirse en el sistema nervioso entérico. Sólo más tarde se conectarán los dos
sistemas nerviosos mediante el llamado nervio vago.
DOS SISTEMAS IGUAL DE SORPRENDENTES
Las similitudes entre los dos cerebros son asombrosas. ¿No evoca la imagen de las
circunvalaciones cerebrales al laberinto intestinal? Pero los parecidos van más allá de la
estética.
* Ambos actúan de la misma manera cuando son privados de «entradas» desde el mundo
exterior. Durante el sueño, el cerebro produce ciclos de 90 minutos dominados por las
ondas lentas y puntuados por los periodos REM (Rapid Eyes Movements). También
durante la noche, cuando no tiene alimento, el intestino presenta ciclos de 90 minutos de
movimientos musculares lentos, puntuados por periodos de movimientos rápidos. Las
personas con problemas intestinales también tienen un sueño REM anormal.
* El cerebro se caracteriza por su capacidad para aprender. El colon también puede
hacerlo pues se le puede entrenar: si cada día se practica un enema a las 10 de la mañana
durante una temporada, es muy probable que a la misma hora se produzca un
movimiento intestinal importante ya sin la necesidad de enema. En el tratamiento del
síndrome de colon irritable resulta eficaz respetar un horario de visitas al retrete y en
general conviene que las comidas se tomen cada día a las mismas horas.
* La importancia de las funciones de los dos cerebros se traduce en una
complejidad enorme y equiparable. Las cifras no la describen, pero son
significativas. En el intestino hay más neuronas que en la médula espinal: unos 100
millones. El intestino delgado tiene entre 8 y 9 m de longitud y una superficie interior de
más de 150 m2 aproximadamente. En cada cm2 hay alrededor de 3.000 vellosidades -
encargadas de absorber nutrientes- que en conjunto segregan cada día unos dos litros de
jugos necesarios para la digestión.
PSICOSOMÁTICA DE LOS INTESTINOS
El intestino delgado separa lo bueno de lo malo y en él se absorben las sustancias
nutritivas. Esto supone un proceso de integración física y seguramente también de
sentimientos, pensamientos y experiencias. Los síntomas intestinales pueden reflejar la
personalidad y los conflictos psíquicos.
* La inseguridad, el miedo y otros factores similares producen retención y los
consiguientes estreñimiento, úlceras intestinales o colon espástico. En el intestino,
donde se conectan las realidades interna y externa, se pueden retener aspectos de la
propia personalidad que da miedo liberar. La obsesión por controlar impide la
espontaneidad. Los cambios y los viajes, por la sensación de desprotección que
conllevan, pueden ir acompañados de molestias intestinales.
* Apreciar los mensajes del vientre ayuda a conectar con el cuerpo, con la tierra (si el
ser humano fuera una planta los intestinos serían sus raíces), con lo primigenio y lo
intuitivo. La persona que no teme estos aspectos de la vida suele ser valiente, cree en sus
posibilidades y confía en los demás.
EL CEREBRO INTESTINAL
La sospecha popular de que los hombres piensan con dos cabezas puede ser menos
irónica de lo que se piensa. Un cerebro, el más conocido, se encuentra en la cabeza, y el
otro no donde se suele sospechar sino en el sistema digestivo. Este último se encuentra
literalmente forrado de células nerviosas y contiene los mismos neurotransmisores que
utilizan las neuronas para comunicarse entre sí. Los últimos hallazgos muestran que los
dos cerebros funcionan de manera autónoma aunque se coordinan cuando es necesario.
Muchas molestias intestinales podrían explicarse por el incorrecto funcionamiento del
«cerebro intestinal» o por interferencias en la mala
comunicación con el cerebro superior.
El cerebro digestivo, conocido como sistema nervioso entérico, está localizado
en capas de tejido que forran el esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon. Es
una entidad anatómica única, compuesta por redes de células nerviosas, sustancias
neurotransmisoras y proteínas que actúan como mensajeras entre neuronas, capaz de
aprender, de influir sobre el estado de ánimo y sobre la salud. «El cerebro intestinal
desempeña un papel importante en las felicidades y en las miserias humanas, aunque
poca gente sepa que lo tiene», dice Michael Gershon, autor del libro El segundo cerebro
y profesor de anatomía y biología celular del Centro Médico Presbiteriano Columbia en
Nueva York (Estados Unidos).
Control de la digestión Y la inmunidad
Describir las misiones del cerebro intestinal puede ser tan complicado como intentarlo
con las del cerebro ubicado en el cráneo. Hasta el momento están claras dos
fundamentales. La primera es dirigir el proceso de digestión. La segunda, colaborar con
el sistema inmunitario en la defensa frente a sustancias y microorganismos hostiles. Dos
funciones tan vitales como las intelectuales, desempeñadas por el cerebro superior.
Hasta hace relativamente poco se creía que el cerebro controlaba directamente
los nervios y músculos intestinales a través del nervio vago. Según esta teoría, el
intestino era simplemente un tubo que obedecía órdenes. El problema era que nadie
había contado el número de células nerviosas presentes en el intestino.
Cuando se ha hecho, se ha descubierto que el intestino contiene más de cien mil
millones de neuronas, casi tantas como el cerebro ya conocido.
La red nerviosa intestinal está dirigida por un pequeño número de «neuronas
comandantes» que reciben órdenes básicas del cerebro y las redirigen a los
millones de neuronas que se extienden a través de las dos redes nerviosas
propias del intestino: el plexo mientérico y el plexo subrnuscosal. Los tejidos nerviosos
de los plexos también contienen células glia que nutren las neuronas.
Las células glia están implicadas en la respuesta inmunitaria y sirven de
barrera frente a sustancias dañinas que pudieran dañar las neuronas
intestinales.
La actividad inmunitaria del intestino resulta tan significativa que se le
puede considerar el mayor órgano del sistema de defensas. Alberga más células
inmunitarias que todo el resto del cuerpo y las neuronas entéricas están en
permanente comunicación con ellas. Entre las funciones inmunitarias del cerebro
intestinal cabe señalar el mantenimiento de condiciones óptimas para el desarrollo de la
flora bacteriana beneficiosa y la detección y expulsión
inmediata de los microorganismos que pudieran resultar perjudiciales.
Las «neuronas comandantes» controlan la actividad del intestino. Poseen sensores para
el azúcar, las proteínas, la acidez y otros agentes químicos que indican la progresión de
la digestión. A partir de esta información, el cerebro intestinal decide las sustancias que
debe secretar para optimizar la asimilación de nutrientes y el ritmo con que los
contenidos intestinales deben ser empujados.
En definitiva, el intestino toma decisiones y utiliza en su funcionamiento
circuitos complejos como sólo se encuentran en el cerebro.
Salud y enfermedad
Los detalles sobre cómo el sistema nervioso entérico está vinculado con el
sistema nervioso central han sido descubiertos en los últimos años y están
formando un nuevo campo de la medicina llamado neurogastroenterología. Durante
años, a las personas que tenían úlceras o dolor abdominal crónico se les ha
dicho que sus problemas eran imaginarios o emocionales. Hasta se les podía
dirigir al psiquiatra o al psicólogo para que recibieran tratamiento. Los
médicos acertaban al relacionar estos problemas con el cerebro, pero culpaban al
equivocado. Todo indica que la mayoría de desórdenes gastrointestinales, como el
síndrome de colon irritable, dolencia que afecta al 10-15% de los españoles, se originan
en el cerebro intestinal o lo implican de manera fundamental.
Las razones por las que el sistema nervioso entérico se trastorna aún no son
bien conocidas, pero las emociones pueden desempeñar un papel fundamental, de la
misma forma que influyen sobre el sistema nervioso central.
Casi todos los pacientes con síndrome de colon irritable se quejan de problemas
mentales y emocionales, como ansiedad, fatiga, agresividad, depresión o alteraciones del
sueño. Una teoría sostiene que durante la infancia los afectados -sus cerebros digestivosaprendieron
a desarrollar molestias para hacer frente a situaciones de estrés. Digamos
que provocaban un cambio de escenario: la preocupación por el síntoma físico dejaba en
segundo plano cualquier otra. Así resulta que las molestias intestinales pueden revelar
una dificultad para afrontar las dificultades que presenta que la vida.
Es cierto que los síntomas de ambos cerebros se confunden. No es extraño,
porque casi todas las sustancias que controlan y hacen funcionar el cerebro se
producen en el intestino. Neurotransmisores principales como la serotonina, la
dopamina, el glutamato, la noradrenalina y el óxido nítrico bañan las células
nerviosas del intestino igual que lo hacen en el cerebro, aunque pueden tener
funciones diferentes. Por ejemplo, la serotonina, que en el cerebro está
relacionada con la sensación de calma y bienestar, en el intestino, donde se
encuentra el 95% del total corporal, se encarga de desencadenar los movimientos
peristálticos.
Dos docenas de proteínas cerebrales muy simples, llamadas neuropéptidos, que
son utilizadas por las neuronas para comunicarse entre ellas y con las células
inmunitarias, se encuentran también en el intestino. Las encefalinas, opiáceos
cerebrales naturales, no faltan. Y un hallazgo que ha dejado atónitos a los
investigadoes es que el intestino es una abundante fuente de benzodiazepinas, la familia
de agentes químicos psicoactivos incluidos en medicamentos tan populares -son
adictivos- como el Valium y el Xanax.
Dos cerebros vinculados
A medida que se conocen más detalles sobre las relaciones entre los dos cerebros, se
entienden mejor algunos síntomas muy frecuentes. Por ejemplo, las «mariposas en el
estómago» son consecuencia de la estimulación de las células nerviosas intestinales al
liberarse cantidades extraordinarias de hormonas del estrés por orden del cerebro cuando
se enfrenta a una situación difícil (amenazas físicas auténticas o imaginarias). Una
diarrea puede ser resultado del miedo, que multiplica los estímulos sobre los circuitos
productores de serotonina, neurotransmisor que desencadena la motilidad intestinal. Los
dolores abdominales y las irregularidades intestinales son normales durantes los
periodos de tensión emocional.
El diálogo entre cerebros explica también muchos efectos secundarios de ciertos
medicamentos. Los que ejercen efectos psíquicos también suelen tenerlos sobre el
intestino. Los psicofármacos que provocan cambios en los niveles de serotonina cerebral
afectan la producción del neurotransmisor en el intestino y pueden provocar náuseas,
diarrea o estreñimiento. La cuarta parte de las personas que toman Prozac o
antidepresivos similares sufren este tipo de problemas gastrointestinales. Tanto es así
que el Prozac se utiliza en pequeñas dosis para tratar el estreñimiento crónico o el
síndrome de colon irritable. Si se aumenta la dosis, el intestino se paraliza.
Drogas como la morfina y la heroína actúan tanto sobre los receptores opiáceos
que se hallan en el cerebro como en los que se encuentran en el intestino. Ambos
sistemas pueden hacerse adictos. Otra prueba del estrecho vínculo que existe entre los
dos sistemas nerviosos es que los enfermos de Alzheimer y de Parkinson sufren de
estreñimiento: sus neuronas intestinales están tan enfermas como las cerebrales.
Cabe preguntarse si es posible modificar el volumen de neurotransmisores intestinales a
través de la alimentación. La respuesta es sí.
Los alimentos ricos en hidratos de carbono favorecen la producción de serotonina y los
proteicos, la de dopamina y noradrenalina.
En el caso del síndrome de colon irritable, la práctica naturista recomienda
aumentar la ingesta de hidratos de carbono complejos (cereales integrales,
frutas y legumbres) y de fibra hidrosoluble (frutas, verduras, avena y
legumbres). El trigo no está recomendado porque es alergénico y entre los
afectados por el síndrome hay una incidencia mayor de alergias e intolerancias a los
alimentos.
Otra estrategia para resolver molestias intestinales es lógicamente reducir el
estrés, ya sea mediante técnicas de relajación, psicoterapia o ejercicio físico.
Muchas personas han descubierto que dar paseos todos los días reduce
considerablemente sus síntomas.
El poder del centro del cuerpo
La comunicación entre los sistemas nerviosos central y entérico es como una autopista
de dos direcciones, pero hay diez veces más tráfico hacia arriba que hacia abajo.
Además, el sistema nervioso entérico es la única parte del cuerpo que puede
rechazar o ignorar un mensaje que llega desde la cabeza. Es decir, el cerebro
digestivo toma continuamente decisiones para el buen funcionamiento del sistema
digestivo. Sin embargo, la mayoría de sensaciones que llegan a la conciencia son
negativas, ya sea dolor o hinchazón. No se espera que llegue nada bueno de los
intestinos, pero esto no significa que no hagan un buen trabajo y que no envíen señales
positivas al resto del cuerpo.
¿Por qué hay benzodiazepinas en el intestino? Seguramente porque pueden aliviar los
estados de ansiedad, de manera que en el intestino hay un auténtico laboratorio
farmacéutico donde se producen, entre otros, medicamentos naturales contra el estrés,
según Anthony Basile, neuroquímico en el Laboratorio de Neurociencia del Instituto
Nacional de la Salud en Bethesda (Estados Unidos).
Las importantes funciones del sistema nervioso entérico se están descubriendo,
pero su prestigio, dentro de la medicina convencional, todavía no está a la
altura de los «órganos nobles». En cambio, para las medicinas orientales, el
vientre es nada menos que el centro vital del organismo y lo es en el sentido
más profundo. El dan tien de la medicina tradicional china y el hara de las
artes marciales japonesas no aluden a los intestinos o cualquier otro órgano
concreto, sino a un punto situado un par de dedos por debajo del ombligo, en el centro
de gravedad del cuerpo. Allí reside el océano del chi, la energía vital.
Es el centro de control del organismo, donde se integran mente y cuerpo y ambos se
funden con el universo. Para mantener la salud, el objetivo es conectar –a través de la
meditación y de disciplinas psicofísicas como el taichi o el chikung- con ese centro. Los
resultados son una integración óptima de todos los sistemas corporales y, sobre todo, un
estado general de serenidad, de calma profunda. ¿Tendrá esta calma algo que ver con el
equilibrio del sistema nervioso entérico? Sería casualidad que no lo tuviera. En palabras
de K.G. Dürckheim, maestro de filosofía zen y de artes marciales, «el cuidado del hara
ejerce una virtud curativa con respecto al nerviosismo, bajo cualquier forma que se
presente».
Terapias naturistas
Para la medicina naturista occidental, el sistema digestivo y los intestinos en especial
desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la salud. Si la enfermedad es
consecuencia del desequilibrio y éste puede ser efecto de una sobrecarga de elementos
tóxicos, la terapia más recomendable en muchas ocasiones es la higiene intestinal. Así,
los ayunos y enemas provocarían, en términos informáticos, un «reset» de los órganos
gobernados por el sistema nervioso entérico que les permitiría reiniciar un
funcionamiento correcto después de un tiempo de descanso y de eliminar elementos
extraños. La limpieza intestinal sería para el cerebro del bajo vientre algo así como una
cura de sueño para el sistema nervioso central.
Tanto los recientes hallazgos sobre el sistema nervioso entérico como los
antiguos conocimientos sobre el hara sugieren la conveniencia de hacer menos caso al
parloteo de la mente y prestar en cambio más atención a los síntomas y sensaciones
procedentes del estómago y de los intestinos. Así podrían descubrirse emociones
conflictivas que conviene resolver o evitar el esarrollo de muchas dolencias en sus
primeras etapas. En cierta manera el ser humano adulto debiera recuperar la sabiduría
del bebé, para quien las sensaciones que proceden de la barriga están por encima de casi
todas las demás y puede llorar desesperadamente cuando le azuza el hambre o
acariciarse la barriga cuando le llegan sensaciones satisfactorias.
RECUADROS:
DOS CEREBROS, POR LÓGICA
En la historia de la vida, el sistema nervioso entérico, el «cerebro digestivo», fue el
primero en nacer. Apareció en animales que eran un mero tubo digestivo. Estaban
pegados a las rocas y esperaban a que la comida pasara por allí. A medida que la vida
evolucionó, los animales necesitaron sistemas nerviosos más complejos para encontrar
alimento y para reproducirse, de manera que se desarrolló un sistema nervioso central.
Pero el control del intestino era demasiado importante como para confiarlo únicamente a
la cabeza, según David Wingate, profesor de gastroenterología de la Universidad de
Londres. La naturaleza prefirió preservar el sistema nervioso entérico como un circuito
independiente que en los animales más complejos está escasamente conectado con el
sistema nervioso central y puede funcionar prácticamente de manera utónoma, sin
instrucciones del «cerebro superior».
De alguna manera, lo que ha ocurrido a lo largo de la evolución es lo que mismo que
sucede en cada individuo desde su concepción hasta su pleno desarrollo.
La cresta neural se forma muy pronto en la etapa de desarrollo embrionario. Con el paso
de las semanas, una parte llega a ser el sistema nervioso central y otra migra hasta
convertirse en el sistema nervioso entérico. Sólo más tarde se conectarán los dos
sistemas nerviosos mediante el llamado nervio vago.
DOS SISTEMAS IGUAL DE SORPRENDENTES
Las similitudes entre los dos cerebros son asombrosas. ¿No evoca la imagen de las
circunvalaciones cerebrales al laberinto intestinal? Pero los parecidos van más allá de la
estética.
* Ambos actúan de la misma manera cuando son privados de «entradas» desde el mundo
exterior. Durante el sueño, el cerebro produce ciclos de 90 minutos dominados por las
ondas lentas y puntuados por los periodos REM (Rapid Eyes Movements). También
durante la noche, cuando no tiene alimento, el intestino presenta ciclos de 90 minutos de
movimientos musculares lentos, puntuados por periodos de movimientos rápidos. Las
personas con problemas intestinales también tienen un sueño REM anormal.
* El cerebro se caracteriza por su capacidad para aprender. El colon también puede
hacerlo pues se le puede entrenar: si cada día se practica un enema a las 10 de la mañana
durante una temporada, es muy probable que a la misma hora se produzca un
movimiento intestinal importante ya sin la necesidad de enema. En el tratamiento del
síndrome de colon irritable resulta eficaz respetar un horario de visitas al retrete y en
general conviene que las comidas se tomen cada día a las mismas horas.
* La importancia de las funciones de los dos cerebros se traduce en una
complejidad enorme y equiparable. Las cifras no la describen, pero son
significativas. En el intestino hay más neuronas que en la médula espinal: unos 100
millones. El intestino delgado tiene entre 8 y 9 m de longitud y una superficie interior de
más de 150 m2 aproximadamente. En cada cm2 hay alrededor de 3.000 vellosidades -
encargadas de absorber nutrientes- que en conjunto segregan cada día unos dos litros de
jugos necesarios para la digestión.
PSICOSOMÁTICA DE LOS INTESTINOS
El intestino delgado separa lo bueno de lo malo y en él se absorben las sustancias
nutritivas. Esto supone un proceso de integración física y seguramente también de
sentimientos, pensamientos y experiencias. Los síntomas intestinales pueden reflejar la
personalidad y los conflictos psíquicos.
* La inseguridad, el miedo y otros factores similares producen retención y los
consiguientes estreñimiento, úlceras intestinales o colon espástico. En el intestino,
donde se conectan las realidades interna y externa, se pueden retener aspectos de la
propia personalidad que da miedo liberar. La obsesión por controlar impide la
espontaneidad. Los cambios y los viajes, por la sensación de desprotección que
conllevan, pueden ir acompañados de molestias intestinales.
* Apreciar los mensajes del vientre ayuda a conectar con el cuerpo, con la tierra (si el
ser humano fuera una planta los intestinos serían sus raíces), con lo primigenio y lo
intuitivo. La persona que no teme estos aspectos de la vida suele ser valiente, cree en sus
posibilidades y confía en los demás.