Recuerdo perfectamente el día que me ocurrió por primera vez. Tenía 16 años, eran las 8:30 de mañana aproximadamente y me bajé del autobús para ir a clase. Me encendí un cigarrillo como hacía casi todas las mañanas, aprovechando el corto trayecto de la parada del autobús al instituto. Cuado empecé a sentir aquellos… retortijones. Me quedé un momento parado, hice un esfuerzo y me contuve… Umm parecía que todo había pasado, así que continué andando. Pero fue dar unos cuantos pasos más, una calada al cigarrillo y aquella molesta sensación volvió a aparecer esta vez con mayor intensidad. “joder que mal me está sentando este pitillo” pensé, mientras lo tiraba aun sin acabar.
Como aquella sensación se iba haciendo cada vez más fuerte, hubo un momento que me vi obligado a detenerme en seco, sin poder dar un paso más. La chica que iba detrás mío casi se choca conmigo y me miró como preguntándose -- ¿y este que coño hace?-- El sudor frío y la vergüenza me invadían en ese momento. Así que me puse a mirar un escaparate, que afortunadamente estaba a mi derecha, como si hubiese visto algo que me interesase y así disponer de algunos segundos más para permanecer parado sin llamar la atención.
Conseguí llegar a clase y me senté en mi sitio. Un compañero comenzó a hablarme sobre no se que… La verdad que ni le escuchaba, únicamente escuchaba los ruidos que salían de mis tripas. Un nuevo “apretón” me cogió por sorpresa mientras oía el runrún de mi compañero. –Por dios que se calle de una vez— pensé, mientras apretaba las piernas para no hacérmelo encima. Aún en esa situación tan extrema, me resistía a ir a un servicio que no fuera el de mi casa. En parte era normal, teníais que haber visto como estaban los servicios del instituto…
El sudor frío volvió a posarse sobre mi frente y los escalofríos recorrían todo mi cuerpo. En aquel momento se me pasó por la mente la imagen de habérmelo hecho encima y mis compañeros de clase señalándome y descojonándose de risa. Dios mío!!! Me entró pánico solo de pensarlo… y sabía perfectamente que no podría aguantar toda la mañana. Así que me giré y le dije a mi compañero que no me encontraba bien y que me marchaba a casa.
Me levanté de mi sitio, cogí mis cosas y me encaminé hacia la puerta de salida.
No me había dado cuenta de que la clase ya había empezado y el profesor ya estaba cogiendo la tiza. Pude observar como me miraba extrañado además del resto de la clase que también tenían cara de asombro.
Una vez salí de la clase, sentí un gran alivio. Uff me había quitado un peso de encima.
Ahora la cosa estaba fácil, solo tenía que volver a mi casa y explicar que no me encontraba bien.
Pero de camino al autobús, umgggg me dio un retortijón tan fuerte que pude notar como mi cerebro se bloqueaba por completo. A punto estuve de bajarme los pantalones en mitad de la calle. En aquel momento no sentía vergüenza alguna. Supongo que será algún tipo de mecanismo del cual dispone el cerebro para protegerse a sí mismo…
Por suerte había un bar unos metros mas adelante. Uffff Salvado.
…
Unos minutos más tarde
…
Algún otro minuto mas tarde.
…
Ufff
…
Necesito otro minutillo!
…
Por fin terminé de abrocharme el cinturón, me lavé las manos y salí de aquel bar con peor cuerpo que con el que había entrado.
Aunque la maniobra había sido todo un éxito. Mi tripilla no parecía contenta con el resultado.
Continué andando hasta la parada del autobús y tras una cortita espera… Aleluya! Ya está aquí el bus. Pude sentarme donde quise, ya que el autobús venia vacío.
El trayecto a casa fue otra aventura… Cada vez que cogíamos un bachecito, apretoncillo al canto.
La verdad que del instituto a mi casa hay de 10 a 15 minutos, pero a mi me parecieron una eternidad. Al bajar del bus, de camino a mi casa, me repetía a mi mismo, -- venga que ya queda poco--, --Venga, un último esfuerzo--, --Ánimo, campeón--.
Cuando entre en mi casa… esa experiencia no puedo contárosla, hay que vivirla, jeje
![Laughing :lol:](./images/smilies/icon_lol.gif)