INTOLERANCIAS ALIMENTARIAS: Lactosa, Fructosa, Sorbitol y Celiaquía✔️

Guía útil para los nuevos foreros. ¿Qué es el Síndrome del Intestino Irritable? ¿Cuáles son sus síntomas más comunes? ¿Qué pruebas se realizan para diagnosticarlo?
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arenaico
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Mensaje por arenaico »

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Aviso al lector: la información que puedas encontrar en esta guía NO sustituye a la consulta con un médico. Es indispensable, más aún si tu caso es grave, acudir a un especialista en aparato digestivo, que es el profesional cualificado para tratar estas condiciones.


Las INTOLERANCIAS ALIMENTARIAS, son condiciones en las que ciertos componentes de los alimentos (principalmente azúcares, como la fructosa o la lactosa, aunque no sólo eso) sientan mal, debido a una malabsorción de los mismos en el intestino delgado. Al no absorberse adecuadamente, estos azúcares pueden "atraer agua" al interior del intestino (por el efecto osmótico, si el soluto - fructosa/lactosa/sorbitol - no pasa al otro lado, el disolvente - agua - pasará al lado del soluto para "equilibrar" la carga osmótica), provocando diarreas, y además una cantidad excesiva de estos azúcares llegará al intestino grueso, sirviendo de alimento a las bacterias allí presentes, que con su fermentación producen cantidades de gas superiores a las normalmente toleradas, provocando gases e hinchazón.

En el caso de la malabsorción de fructosa no está del todo clara la causa subyacente (se sospecha de un funcionamiento deficiente del transportador proteico de membrana GLUT-5, pero es sólo una teoría), y en el caso de la intolerancia a la lactosa, la causa más frecuente de malabsorción es un déficit de la enzima lactasa, que sintetiza la lactosa (disacárido, el intestino no lo absorbe) y la separa en glucosa y galactosa (monosacáridos, el intestino los puede absorber).

Aquí una explicación gráfica, a la izquierda, un intestino delgado normal, a la derecha, el ID de una persona con intolerancia a la lactosa:

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No parece que éste sea el único mecanismo implicado en las intolerancias, dada la variedad de síntomas que pueden producir. Tanto la intolerancia a la lactosa como a la fructosa pueden provocar náuseas y vómitos, dolor de estómago, agravamiento de un estreñimiento previo...en el caso de la fructosa se han llegado a reportar síntomas extradigestivos como cefaleas, y, más raramente, en niños con niveles extremos de intolerancia, retrasos en el desarrollo y crecimiento.

Para diagnosticar una intolerancia, el mejor método es la dieta de eliminación (eliminar de la dieta aquello a lo que creemos que podemos ser intolerantes), con asesoramiento de un nutricionista si fuera necesario. Existen unas pruebas llamadas "test de aire espirado" (los de soplar) pero la investigación ha demostrado que las puntuaciones de estos test no son fiables a la hora de diagnosticar intolerancias, con un alto riesgo de falsos positivos y negativos (posicionamiento de la Monash University, estudios de 2005, 2011, 2013, 2019, 2019). En el caso de la lactosa, hay que diferenciar esta intolerancia de la Alergia a la Proteína de Leche de Vaca (APLV), que se da sobre todo en lactantes y niños (aunque más raramente puede aparecer en la adultez), y cursa con reacciones que pueden ser diferentes a las de esta intolerancia (como angioedema, esofagitis eosinofílica, anafilaxia, dermatitis atópica, urticaria...) o similares (vómitos, diarrea, estreñimiento, reflujos...). Este esquema resume las principales diferencias entre la intolerancia a la lactosa y la APLV. Se diagnostica con un análisis de sangre en el que se mide el anticuerpo Inmunoglobulina E (IgE) para la leche, aunque a veces la alergia es no IgE mediada, lo que significa que se tiene, pero no sale en las analíticas IgE. Por otro lado, en el caso de la fructosa, no se debe confundir con la intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF), un trastorno hereditario que ocurre en 1 de cada 20.000 europeos y se tiene desde el nacimiento, siendo mortal si no se trata.

En cuanto a la prevalencia, las intolerancias son relativamente frecuentes. Algunos estudios hablan de entre el 20-40% de la población en el caso de la lactosa, y el 40-60% en el caso de la fructosa, aunque, dado que estos estudios emplean técnicas como los test de aire espirado, los porcentajes podrían no ser del todo fiables. Las intolerancias, al igual que los trastornos funcionales digestivos como el SII, parecen afectar más a las mujeres, aunque las proporciones exactas varían dependiendo de las fuentes consultadas.

En cualquier caso, cuando hablamos de intolerancias, el tratamiento casi siempre suele consistir en evitar los alimentos que sientan mal durante una temporada, para luego ir haciendo una reintroducción progresiva si es posible. Otra posibilidad es utilizar suplementos enzimáticos de lactasa (para la lactosa) o glucosa/xilosa isomerasa (para la fructosa), y tomarlos inmediatamente antes de comer el alimento que nos dé problemas, y otra opción más radical es tratar los síntomas con diversos fármacos y suplementos (desde neuromoduladores hasta probióticos, pasando por laxantes, antidiarreicos, antieméticos...). En estos dos videos se habla por encima de las intolerancias a la lactosa y a la fructosa:





Otra condición que a menudo se asocia a estas patologías es la CELIAQUÍA, que no es una intolerancia propiamente dicha, sino una enfermedad autoinmune que causa daños en la mucosa del intestino delgado cuando se ingiere gluten. Esta ingesta de gluten puede ir acompañada de síntomas diversos (digestivos, pero también extradigestivos como anemias, infertilidad, abortos, dolor muscular y articular...) o no provocar síntomas (el caso de la celiaquía silenciosa) aunque, cuando se es celíaco, el daño intestinal al comer gluten siempre está presente, aunque uno se encuentre bien.

La prevalencia de esta enfermedad ronda el 1% de la población y, al igual que el resto de enfermedades autoinmunes, está creciendo poco a poco. Aquí un breve video explicativo:


El diagnóstico de celiaquía es complejo, se realizan pruebas genéticas, de anticuerpos, y biopsias duodenales en endoscopia (siendo esta última la técnica más fiable). Para las dos últimas pruebas es necesario NO haber dejado de consumir gluten en los 2-3 meses previos al test.

No hay que confundir la celiaquía con la alergia al trigo, una condición diferente en la cual los síntomas son prácticamente inmediatos (aunque no siempre) tras la ingesta de trigo, produciéndose urticaria, edema, dificultad para respirar, hinchazón de los labios, anafilaxia... Se diagnostica por una analítica específica IgE para el trigo, aunque si la alergia es no IgE mediada, no saldrá en la analítica.

El tratamiento de la celiaquía, una vez diagnosticada, es dejar el gluten, aunque hay un 2% de celíacos que no mejoran pese a esto, y cuyo padecimiento recibe el nombre de celiaquía refractaria (artículo periodístico en celicidad, 2016).


Pero hay casos en los que todas las pruebas son negativas, y sin embargo el paciente mejora tras dejar el gluten por un determinado periodo (se recomiendan 6 semanas). En este caso se diagnostica un cuadro llamado "SENSIBILIDAD AL GLUTEN/TRIGO NO CELÍACA", aún poco conocido. Hay quien dice (la mayoría) que estos pacientes son intolerantes a los fructanos (un tipo de carbohidrato) del trigo y otros cereales con gluten, no al gluten en sí mismo, y hay quien dice que es una manifestación diferente, más leve, de la enfermedad celíaca, especialmente en los casos donde aparecen síntomas extradigestivos, que no serían explicables por los fructanos, y en cuya génesis se está investigando el rol de los ATIs (inhibidores de alfa-amilasa y tripsina) presentes en el trigo.


Finalmente, existen referencias a una posible intolerancia denominada "Histaminosis Alimentaria No Alérgica (HANA)". Es una intolerancia que se encuentra a medio camino entre lo científico y lo pseudocientífico. A día de hoy no ha sido reconocida por la comunidad científica, al no haberse demostrado que los síntomas que se le atribuyen se deban realmente a la ingesta de histamina o a los problemas para degradarla. Los tests que se emplean para diagnosticar la histaminosis, como los de IgG o liberación de histamina, han recibido numerosas críticas y no han demostrado su eficacia para predecir síntomas en ningún estudio controlado. El déficit de la enzima DAO (junto con la N-metil-transferasa, la enzima encargada de metabolizar la histamina e impedir su acumulación) en sangre y los niveles de histamina en orina son los únicos marcadores sobre los que existe un débil consenso, para uso orientativo, nunca diagnóstico. Revisando la literatura, hay estudios aislados sobre histaminosis, con evidencias contradictorias y problemas metodológicos (2015, 2016, 2016, 2018, 2018, 2019). Una dieta baja en histamina es, por tanto, una dieta sin evidencia científica firme a su favor, aunque algunas entidades, principalmente privadas, proporcionan orientaciones básicas para realizarla.
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